“La herida del tiempo”, gran título para una novela, es una vibrante narración que refleja a la dos Españas, pero de manera diferente a la consabida división entre izquierdas y derechas sino entre las España rural y la urbana. El castellano viejo que es Agustín García Simón, recrea en su novela esa España rural, de pueblo pequeño pero orgulloso, que subsistió hasta los años setenta del siglo pasado y que comenzó a decaer por culpa del desarrollismo industrial de aquellos años.
La novela comienza con el siglo XX, el protagonista es Heliodoro García Vallejo, vecino del municipio de Hontanalta, es el hilo conductor de los cambios que se vivieron durante el pasado siglo en la mayoría de las poblaciones de la España profunda. “La herida del tiempo es un libro antiguo, muy antiguo, que mantiene la esencia de un mundo al que todavía no ha llegado la tecnología, que, por otra parte, arrasó con el pasado. Es el retrato de la Castilla verdadera, donde cuento la intrahistoria de la España que todavía no se ha contado”, nos dice Agustín García Simón en la entrevista que mantuvimos en la sede de la editorial Siruela.
El autor vallisoletano ha escarbado en la historia de nuestra sociedad rural, tan olvidada por todos, y ha llegado a conclusiones que han pasado por alto los autores de esa ola de neoruralismo que está ahora tan en boga. “La llegada de la República no fue lo mismo en la periferia que en las ciudades. Cualquier acontecimiento se ve desde la periferia de manera diferente; ya que la sociedad rural castellana, por ejemplo, era mucho más conservadora y reaccionaria que la población de las ciudades. En el mundo rural, triunfa el golpe de estado de manera inmediata y el campesinado sufrirá de manera bestial”, expone Agustín García Simón de manera rotunda.
“Además, muchas ciudades se convertirían en verdaderos centros de represión. En Valladolid, las cocheras de los tranvías se convertirán prácticamente en un campo de concentración”, recuerda el escritor de Montemayor y añade “en esos tiempos no había posibilidad de escape”.
Para Agustín García Simón, “la España rural del siglo XX tenía el sentido moral estrictamente católico y eso duraría hasta bien entrados los años sesenta. El intento de la Segunda República de cambiar esa moral fue infructuoso. La revolución burguesa de la República se topó con el oscurantismo del Antiguo Régimen y con una sociedad rural que viene de la Edad Media. También, las condiciones económicas y sociológicas de la República se vieron mermadas por la crisis económica del 29 que se extendió por Europa y fue un caldo de cultivo para los totalitarismo”, puntualiza.
“Soy un escritor lento porque escribir novelas es un género muy difícil”
“La herida del tiempo” discurre en el municipio Hontanalta, el Macondo de García Simón, un imaginario pueblo de la meseta norte castellana, localizado en un páramo muy alto que podríamos situar entre las estribaciones del Guadarrama y la cuenca del Duero. Ya en su libro de relatos “Cuando leas esta carta, yo habré muerto”, cinco de sus narraciones están situadas en dicho pueblo, incluso alguna historia de esos relatos la vuelve a retomar. “Algún lector me dijo que esos relatos no se podían quedar así y creo que tenían razón, por eso escribí la novela”, reconoce. Aunque ha tardado cerca de ocho años en hacerlo. “Soy un escritor lento porque escribir novelas es un género muy difícil”, afirma con convicción.
El retrato que hace en la novela es el de una familia, de tres generaciones, que vive de la agricultura más que dignamente. “En Castilla no hay latifundios como en Andalucía, no existía el feudalismo de otras regiones. Los potentados, ganaderos o agricultores, vivían más modestamente lo que hacía que la pobreza en Castilla fuese más digna, nunca se despreció al pobre, al contrario, se le ayudó. Había un cierto paternalismo”, señala el autor de “La herida del tiempo”.
Es posible que la moral católica que apuntaba el autor castellano tuviese mucho que ver. Aunque el catolicismo fuese muy rancio en aquella época, también era algo benévolo. Sin embargo, cuestiones como la maternidad eran dogmas de fe. “Se tenían todos los hijos que Dios mandase”, apunta el escritor. Otra de las características de esa sociedad era la maledicencia y los cotilleos, “el deporte nacional, ayer y siempre. Sólo hay que ver la televisión, en ese aspecto poco hemos cambiado. En los pueblos, no se tiene mucha vida interior y por eso tienen que meterse en la vida de los demás”, acentúa.
Agustín García Simón dio muchas vueltas a la estructura de su novela. “Crear o reconstruir un mundo necesita de una estructura. También pensé mucho en el tema del narrador, hasta que decidí escribir la novela con dos narradores. Uno omnisciente que se complementa con la primera persona del hijo del protagonista y da una dimensión diferente a la narración. Es una forma de estimular al lector. Hacer algo que arrebate al lector”, expone de manera razonada.
"En los pueblos, no se tiene mucha vida interior y por eso tienen que meterse en la vida de los demás”
Para el escritor vallisoletano, la brevedad en la narrativa es fundamental, “se escriben demasiadas obras muy largas que cansan al lector. Muchas veces se puede decir lo mismo con menos palabras. La síntesis conceptista. Lo difícil es escribir corto y yo me propuse ese reto”, manifiesta comedido.
El lenguaje de Agustín García Simón es arrebatador y fluye de manera placentera, para él, “el empobrecimiento del lenguaje es uno de los signos de nuestro tiempo”, asevera con convicción y concluye “hay que amar a la lengua. Disponemos de una gran lengua y sería un pecado no amarla”
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